Cándido Méndez: imposible la callada por respuesta

SERÍA INJUSTO desdeñar a Cándido Méndez. Es un hombre serio, constructivo y capaz. No alcanza la estatura política de Nicolás Redondo ni puede exhibir su musculatura sindical. Pero tiene muchas cualidades e indubitada sagacidad. Se equivocó al prorrogarse veinte años en la jefatura de su sindicato y sería gravemente calumnioso afirmar que no ha acumulado méritos sobrados para ganarse el título de dictador de UGT. En todo caso, al analizar al personaje, los aspectos positivos superan a los negativos. El balance, que es lo que cuenta, le favorece.

Esconder la cabeza como el avestruz puede resultar útil en alguna ocasión, pero en general se trata de una política tórpida y contraproducente, al estilo arriólico. La opinión pública quiere saber. Desde hace varias semanas y, tras las reiteradas denuncias de los equipos de investigación de EL MUNDO, se ha producido un clamor en los demás medios, sobre todo los digitales, en torno a las presuntas trapisonderías de UGT en Andalucía. Y Méndez no puede callar. Tiene que enfrentarse a los periodistas en rueda de prensa, desplegadas todas las velas de la televisión, y explicar qué ha pasado sin veladuras ni tapujos. Mal está que un tesorero arrample con los dineros del partido y construya una fortuna que los más enterados cifran por encima de los 100 millones de euros. Mal está que dirigentes destacados de ese partido hayan cobrado presuntamente sobresueldos sin declarar a Hacienda, con el inri adicional de que el 90% de lo percibido es dinero público extraído de forma casi confiscatoria de los bolsillos de los contribuyentes. Mal está todo eso y hay que rechazarlo sin contemplaciones. Pero mucho peor, sin duda, es que el dinero público destinado a aliviar la suerte de los trabajadores en paro lo haya destinado UGT a enriquecer a sus dirigentes, a sobresueldos en dinero negro como el carbón –Rubalcaba dixit–, a viajes gratis total, a banquetes pantagruélicos, a engordar las alcancías particulares o a sufragar gastos corrientes del sindicato, es decir a expoliar a los trabajadores en beneficio del bolsillo sindical.

No sé si Cándido Méndez tendrá explicaciones para aclarar la tropelía. Pero algo tendrá que decir, aunque solo sea reconocer la culpa, la grandísima culpa, y cantar airosamente la palinodia. Si permanece en silencio, la cabeza escondida bajo el ala de su suntuosa sede de Madrid, se va a encontrar con un cachete judicial que resonará en toda España.

Sería además el momento adecuado para que el líder de UGT contestara a algunas preguntas. ¿Es cierto que el 90% de los gastos del sindicato se satisface con dinero público, es decir con subvenciones directas o indirectas de las cuatro Administraciones, la central, la autonómica, la provincial y la municipal? ¿Qué número de afiliados tiene UGT, cuántos pagan la cuota y a qué cantidad anual asciende lo recaudado? ¿Qué número de empleados, y también de colaboradores y asesores, cobran del sindicato? ¿Cuántos millones de ugetistas liberados que pagan las empresas y que no dan un palo al agua están dedicados a esparcir arena sobre la maquinaria empresarial y a asistir a las manifestaciones y algaradas sindicales? ¿Qué gasto real tiene UGT en propaganda, mítines, viajes, organización de actividades callejeras? ¿De qué número de edificios y locales dispone el sindicato en toda España y a qué cifras asciende el mantenimiento, la limpieza, la seguridad, la amortización, la calefacción, el aire acondicionado, el teléfono, el agua y la luz de la gigantesca división inmobiliaria? ¿A qué número de metros cuadrados nos estamos refiriendo en España? ¿Cuántos son los automóviles en propiedad o alquiler de UGT en toda la nación? ¿Cuánto cuesta su mantenimiento, su limpieza, sus seguros, sus reparaciones, sus garajes y su gasolina? ¿Cuántas son las empresas creadas por UGT o en las que participa y cómo se pagan sus pérdidas y se controlan sus administraciones?

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.